Feliz domingo, somos invitados a celebrar el día del Señor. En cada una de nuestras comunidades la Palabra de Dios nos hace reflexionar. Continuamos el relato del evangelio de Marcos, Jesús luego de resucitar a la Hija de Jairo va a su “patria” seguido de sus discípulos. Es allí que habiendo dejado a todos admirados con su enseñanza en la sinagoga la gente se pregunta ¿quién es este? a caso nosotros lo conocemos? pero si… conocemos a su familia!
Aquella será la reacción de
oposición que encuentra Dios muchas veces a través de la historia y también hoy
en nuestros días. Si bien podemos admirar, sentirnos sorprendidos y
maravillados por Dios no siempre comprendemos que Él se basa en lo que menos
esperamos para comunicarse. Dios se da a conocer precisamente en lo conocido y
en lo cotidiano, paradójicamente allí nos habla, en la vida, en nosotros
mismos.
Sí, Dios nos habla, ese es un hecho, en cada
acontecimiento por simple y paradójico que resulte. Dios ha hablado por medio
de profetas no reconocidos por el pueblo y desterrados como Ezequiel, ha
hablado también maravillosamente por medio de su apóstol que presume de sus
debilidades, y nos habla por Jesucristo escondido en el pan de la eucaristía,
presente en el hermano, manifestado en el amor de quien se entrega por ti…
Sí, Dios nos habla, se nos
revela, como se reveló a los ciudadanos de Nazaret con su enseñanza de
carpintero e hijo de María, con las palabras de hombre que tiene casa y
parientes… pero que los ha cambiado por otra casa y otra familia… la de los
discípulos.
Sí Dios nos habla y se nos
manifiesta en lo simple. Y entonces… ¿cuál es el problema?. Que muchas veces no
sabemos reconocerlo, no nos deja el corazón obstinado (1º lectura) por que
nuestros sentimientos están puestos en otras partes… ese corazón más bien quisiera
que Dios se manifestara en un extraterrestre, en lo desconocido y misterioso.
También no nos deja
reconocerlo nuestra endurecida cerviz (es decir nuestra dura cabeza)… que se ha
endurecido con deseos y pensamientos puestos en lugares errados, en satisfacciones
personales… a veces el peor impedimento para recibir a Cristo en la vida somos
nosotros mismos.. nosotros y nuestras rígidas concepciones… nos creemos parte
de la “casa y de la parentela”.. pero olvidamos que precisamente allí es donde
carece de prestigio un profeta, la condición para que el profeta encuentre
acogida, par que Dios encuentre acogida será en primer lugar ser parte de la
casa de los discípulos… aquellos que no tienen prerrogativas y que corren la
misma suerte del maestro, son aquellos que no se sienten con derechos
adquiridos, con conocimientos suficientes… (por eso son discípulos) han visto
(y han creído) siguen al maestro y tiene fe… como la mujer hemorroisa y Jairo…
Pertenecer a la casa de los discípulos es también ser “peregrino” no interesado
en el currículo de Jesús.
Con el Evangelista Marcos nos
preguntamos ¿quién es este?... es aquel que se podrá admirar de nuestra falta
de fe pero nunca nos dejará de amar.
Por eso te decimos con el
salmista “nuestros ojos te miran Señor… allí donde la piedad de tus manos
realizan tu misericordia”
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