sábado, 7 de julio de 2012

Discípulos que acompañan al carpintero de Nazaret. Domingo 14

Domingo 14 del tiempo común ciclo B FELIZ DOMINGO EN FAMILIA.
Feliz domingo, somos invitados a celebrar el día del Señor. En cada una de nuestras comunidades la Palabra de Dios nos hace reflexionar. Continuamos el relato del evangelio de Marcos, Jesús luego de resucitar a la Hija de Jairo va a su “patria” seguido de sus discípulos. Es allí que habiendo dejado a todos admirados con su enseñanza en la sinagoga la gente se pregunta ¿quién es este? a caso nosotros lo conocemos? pero si… conocemos a su familia!



Aquella será la reacción de oposición que encuentra Dios muchas veces a través de la historia y también hoy en nuestros días. Si bien podemos admirar, sentirnos sorprendidos y maravillados por Dios no siempre comprendemos que Él se basa en lo que menos esperamos para comunicarse. Dios se da a conocer precisamente en lo conocido y en lo cotidiano, paradójicamente allí nos habla, en la vida, en nosotros mismos.

 Sí, Dios nos habla, ese es un hecho, en cada acontecimiento por simple y paradójico que resulte. Dios ha hablado por medio de profetas no reconocidos por el pueblo y desterrados como Ezequiel, ha hablado también maravillosamente por medio de su apóstol que presume de sus debilidades, y nos habla por Jesucristo escondido en el pan de la eucaristía, presente en el hermano, manifestado en el amor de quien se entrega por ti…

Sí, Dios nos habla, se nos revela, como se reveló a los ciudadanos de Nazaret con su enseñanza de carpintero e hijo de María, con las palabras de hombre que tiene casa y parientes… pero que los ha cambiado por otra casa y otra familia… la de los discípulos.

Sí Dios nos habla y se nos manifiesta en lo simple. Y entonces… ¿cuál es el problema?. Que muchas veces no sabemos reconocerlo, no nos deja el corazón obstinado (1º lectura) por que nuestros sentimientos están puestos en otras partes… ese corazón más bien quisiera que Dios se manifestara en un extraterrestre, en lo desconocido y misterioso.

También no nos deja reconocerlo nuestra endurecida cerviz (es decir nuestra dura cabeza)… que se ha endurecido con deseos y pensamientos puestos en lugares errados, en satisfacciones personales… a veces el peor impedimento para recibir a Cristo en la vida somos nosotros mismos.. nosotros y nuestras rígidas concepciones… nos creemos parte de la “casa y de la parentela”.. pero olvidamos que precisamente allí es donde carece de prestigio un profeta, la condición para que el profeta encuentre acogida, par que Dios encuentre acogida será en primer lugar ser parte de la casa de los discípulos… aquellos que no tienen prerrogativas y que corren la misma suerte del maestro, son aquellos que no se sienten con derechos adquiridos, con conocimientos suficientes… (por eso son discípulos) han visto (y han creído) siguen al maestro y tiene fe… como la mujer hemorroisa y Jairo… Pertenecer a la casa de los discípulos es también ser “peregrino” no interesado en el currículo de  Jesús.

Con el Evangelista Marcos nos preguntamos ¿quién es este?... es aquel que se podrá admirar de nuestra falta de fe pero nunca nos dejará de amar.
Por eso te decimos con el salmista “nuestros ojos te miran Señor… allí donde la piedad de tus manos realizan tu misericordia”

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